CONTROL
DE LECTURA:
COMPITIENDO POR EL
FUTURO
La competencia entre las empresas es
cada vez más agresiva, es más guerrillera, las inversiones y la liberación del
mercado van casi juntas, la globalización, etc. ocasiona grandes cambios en
nuestro sistema económico y condicionan a que ahora pensemos y nos concentremos
más en el futuro.
Siendo el
Perú, una economía muy pequeña que representa el 0.5% de la población y la
producción mundial, no nos queda opción, es nuestra obligación ser lo más
abierta al mundo. Esto significa, tener el menor número de restricciones
institucionales a los flujos de bienes, servicios, capitales, tecnología,
culturas y personas.
Bajo este escenario; es conveniente mirar
hacia el futuro y meditar respecto de la capacidad de su empresa para adaptar
ese futuro en los años que se nos viene.
Pregúntese a
sí mismo:(Tome un papel y evalúe su empresa antes que sea demasiado tarde)
¿Cómo es que
el sector en el que estoy inmerso puede cambiar de aquí en 5 a 10 años?
¿El punto de
vista de su compañía acerca del futuro es único entre los competidores?
¿Es
convencional y reactivo o claro y previsor el enfoque de la Gerencia acerca del
futuro de la compañía con el de sus competidores?
¿Qué le
absorbe mayor tiempo, la reingeniería y los procesos básicos o la regeneración
de estrategias básicas?
¿La
competencia lo ve como seguidor o hacedor de normas?
¿Cuál es el
punto fuerte de su empresa, eficiencia operativa o innovación y desarrollo?
¿Los
esfuerzos por desarrollar puntos ventajosos están orientados a mantenerse al
día o fundamentalmente a sobresalir y estar al frente de todos?
¿Qué es lo
que determina sus acciones de transformación, la competencia o su previsión?
¿Se pasa
usted la mayor parte de su tiempo dedicado a mantener el status que o como un
Gerente diseñando el futuro?
Depende de sus respuestas para
concluir si su empresa está dedicando demasiada energía para conservar el
pasado y no la suficiente para crear el futuro.
Continúen con la lectura y ahora
formúlense tres preguntas:
1. ¿qué % de su tiempo le dedica a
temas externos más que a los internos? Ej. A entender que efectos se pueden
tener de aplicar una nueva tecnología específica en lugar de discutir el Plan
de Gastos Generales.
De
ese tiempo dedicado a mirar hacia fuera
2. ¿Cuánto tiempo dedica a considerar
cómo es que el mundo variará entre 5
a 10 años, en lugar de preocuparse de cómo hacer para
ganar ese próximo contrato o respondiendo a una modificación de preciso
propuesta por la competencia?
Del tiempo dedicado a mirar hacia
fuera y adelante
3. ¿Cuánto se pasa trabajando con
colegas para elaborar una perspectiva del futuro compartido y analizado?
Las respuestas a estas interrogantes
determinan la regla del 40/30/20.
En mi experiencia, cerca del 40% del
tiempo de los Gerentes lo dedican mirar hacia fuera, y de este tiempo, 30% está
dedicado a vislumbrar lo que podría ocurrir 3,4 o 5 años más adelante. Del
tiempo que queda de mirar hacia el futuro, no más del 20% está dedicado a
elaborar un punto de vista colectivo respecto del futuro (el 80% restante lo
dedica a considerar el futuro del negocio específico del Gerente). Por la
tanto, en términos de promedio, los Gerentes dedican menos del 3% (40% x 30% x
20%) de su tiempo para construir una perspectiva de visión.
En algunas empresas, la situación es
alarmante, la cifra es menor al 1%.
¿Dramático verdad?
Espero que
estas preguntas calen y les presten atención. No creo que los Gerentes sean
flojos, sino porque a veces no quieren admitir ante sí mismos ni ante sus
subordinados, que están menos que totalmente capacitados para mantener en el
futuro el control de sus empresas. Lo urgente no puede sacar del camino a las
importante, el futuro permanece inexplorado y la capacidad de actuar, más que
la de pensar e imaginar no debe ser la única medida del liderazgo.
Si el futuro no ocupa a los Gerentes
¿qué es lo que los ocupa? Seguramente la reestructuración y la reingeniería. Si
bien es cierto, ambas son tareas legítimas tiene mas que ver con la tarea de hoy
antes que con la construcción del mañana. No debemos ser espectadores en el
camino porque la estructura, los valores y habilidades se vuelven menos a tono
con las realidades del sector.
La
transformación de una organización incluye reducción del dimensionamiento,
reducción de gastos fijos y generales, empowerment, rediseño de procesos y
racionalización. Cuando existe un problema de competitividad y que ya no puede
ser ignorado (Ej. No crecimiento, reducción de los márgenes, reducción de la
participación de mercado etc.), la mayoría y por lo general, los Gerentes toman
la guillotina y empieza el penoso trabajo de reestructuración. El objetivo es
volver light a la organización, eliminando la grasa y amputando los puestos que
no marchan de acuerdo a lo esperado.
Una compañía
puede llegar al futuro no solamente primero sino a menor costo. Esto es
productividad. Y lo más deseable, es aumentar el flujo de los ingresos
basándose en una menor tasa de crecimiento o sobre la base de capital y empleo
constantes. No deseamos organizaciones tacañas y delgadas, sacrificando
servicio.
He
encontrado a muchos Gerentes que describen a sus empresas como “Líderes del
Mercado”. Pero el liderato del mercado hoy en día no es igual al liderato del
mercado del mañana.
Finalmente
reflexionemos con algunas preguntas:
¿a qué
clientes sirve hoy? o ¿ a qué clientes
serviré en el futuro?
¿Quiénes son
mis competidores hoy en día? o quienes serán mis competidores en el futuro?
¿De donde
provienen las utilidades hoy en día? o ¿de dónde provendrán sus utilidades en
el futuro?
¿Qué
habilidades o capacidades lo diferencian hoy día? o ¿qué capacidades o
habilidades serán su ventaja diferencial en el futuro?
Debemos
encontrar respuestas razonables y detalladas a las preguntas relacionadas con
el futuro, y si las respuestas no son significativamente muy diferentes de las
respuestas de “HOY”, entonces existe poca
probabilidad de tener éxito y de permanecer en el mercado como líderes
del mercado. La condición es simple, el mercado que domina una compañía hoy día
cambiará sustancialmente en el curso de los próximos diez años. Y lo que se
regenera una y otra vez, yo le llamo “liderazgo sostenido”, y hacia eso debemos
apuntar.
COMPITIENDO POR EL FUTURO
Gary Hamel y C.K. Prahalad
Aunque el futuro siempre
parece lejano por la demanda de lo inmediato, no cabe duda que es un factor a
tener en cuenta si es que se desea continuar en el negocio. Hay que apropiarse
de una perspectiva más amplia, antes de que nuestros competidores lo hagan. En
estos capítulos se señalan algunos indicadores fundamentales, sólo apto
para inquietos y
visionarios.
Medio
en broma, medio en serio, suele afirmarse que “lo importante es competir”. Es
habitual que quien lo exprese sea el que perdió, para que el mal trago sea
mejor tolerado. Competir, no obstante, parece ser un signo de nuestra época y
aunque todos lo aceptemos, no significa que entendamos lo mismo cuando nos
ponemos en posición de largada. Precisamente, Hamel y Prahalad intentan
colocarnos en una ruta diferente a la que estamos acostumbrados a transitar. Lo
que ellos nos plantean es que hay que tener muy en claro con quién competimos,
dónde y para qué. Desde su particular punto de vista, las estrategias
convencionales se equivocan porque no toman en cuenta un elemento fundamental:
el futuro.
La primera tarea que los
autores nos imponen es preguntarse cómo será la empresa, la propia, dentro de
diez años. Este ejercicio vale para cualquier tipo de organización, desde las
compañías más grandes hasta la más modesta Pyme. Implica alzar la vista por
encima de los problemas y preocupaciones del corto plazo y ubicarse en un lugar
más lejano y probablemente más promisorio.
El segundo ejercicio
consiste en preguntarse, ¿qué soy? Y ellos mismos simulan responder: “¿soy un
técnico de mantenimiento que trata de mantener la buena marcha de las
actividades actuales, o un arquitecto que imagina nuevos campos de acción para
el futuro? ¿Dedico más energías a prolongar el pasado que a crear el futuro?”
La mayoría de los directivos
debe admitir que no controlan totalmente el futuro de la empresa. Más bien,
están indefensos respecto del futuro porque no piensan en él. Las consecuencias
pueden ser nefastas. Con un estilo un tanto irónico, Hamel y Pralahad se
preguntan esta vez en qué ocupan tanto tiempo los directivos, qué es lo que los
hace estresarse y trabajar hasta muy entrada la noche. La respuesta es fácil:
se dedican a la reestructuración y la reingeniería, es decir, la constante
reducción de costos. Esta es una tarea legítima, naturalmente, pero el problema
es que sólo tiene que ver con los negocios actuales y sustituye a la tarea
fundamental de un empresario, que es imaginar y crear el futuro.
El peligro de las modas
Hubo una moda que ahora
está siendo cuestionada (y, por lo tanto, empieza a descartarse) que fue la de
reducir empleados bajo el nombre de “reestructuración”. Lo que ha seducido de
tales prácticas fue la inmediatez con la que se verificaban los resultados. Si
alguien cuenta con ocho empleados y reduce uno
a fin de mes, si reduce dos, los costos bajan aun más y así
sucesivamente; la glotonería puede llevar a quedarse trabajando solo, con un
alto nivel de ineficiencia.
La revista Fortune detectó
que aquellas empresas que habían reducido en 1993 más de un diez por ciento de
su personal, terminaron perdiendo competitividad o yendo a la quiebra. Los
autores afirman, textualmente: “El rendimiento del capital utilizado, el valor
para el accionista y los ingresos por empleado se convirtieron en los
principales árbitros del rendimiento de los altos directivos. La
reestructuración resultante, aunque tal vez haya sido inevitable y, en muchos
casos, loable, ha destruido vidas, hogares y comunidades, y ¿en aras de qué? En
aras de la eficiencia y de la productividad. Aunque estos objetivos son
indiscutibles, su decidida -y a veces ingenua- búsqueda, ha hecho a menudo
tanto daño como bien”. Citan cifras contundentes. Entre 1969 y 1991, la
producción industrial británica aumentó apenas un 10%. En ese mismo período, el
número de personas que trabajaban en la industria manufacturera disminuyó un
37%. Lo que Hamel y Prahalad plantean, en definitiva, es la dificultad de
encontrar el límite cuando de bajar costos se trata. Se corre el peligro de
llegar a un punto demasiado bajo como para mantener un negocio en marcha.
Una vez que quedó
demostrado que las reestructuraciones pueden conducir a un callejón sin salida,
las compañías empezaron a utilizar recursos más ingeniosos o, como los autores
expresan, a confiar menos en las reingenierías y más en el “reingenio”. Un caso
de aplicación del “reingenio” es la producción de Toyota, cuyos niveles de
eficiencia superaron a todos los monstruos que fabricaban automóviles en
Detroit. Ahora bien, si buscamos cuándo empezó Toyota a elaborar su novedoso
modo de fabricación, descubriremos que tardó más de 40 años hasta llegar a ser
exitoso. Toyota había estado compitiendo para un futuro que finalmente llegó.
Sus puntos de referencia no estaban en sus competidores del mercado del final
de la guerra, sino en un mercado que habría de hacer su aparición varias
décadas después. El mensaje de los autores es que “no basta con que una empresa
consiga ser más pequeña, mejor o más rápida (…) Una empresa también debe ser
capaz de volverse diferente”. Este consejo involucra fuertemente a los
directivos. La defensa del liderazgo en el mercado actual no asegura ni
sustituye el mercado del futuro. Ford y General Motors no podían descansar
sobre sus laureles, porque Toyota ya se había puesto en marcha.
Cómo diferenciarse de los
otros
Para volverse diferente no
es necesario realizar acciones traumáticas y espectaculares. Es posible la
transformación organizativa, a través de plantearse objetivos con una visión a
largo plazo. Estos objetivos pueden ser revolucionarios, pero su ejecución
puede ser evolutiva. Para esto es necesario desarrollar una estrategia que vaya
más allá que dar alcance a los competidores. No se trata de imitar métodos y
procesos, “sino tener un punto de vista independiente sobre las futuras oportunidades
y sobre la manera de explotarlas (…) La cuestión no es tanto llegar a tiempo al
mercado, sino llegar a tiempo para superar globalmente a los
competidores”. Para esto se hace necesario agregar imaginación.
Los cambios que se
avecinan son muchos. La ingeniería genética, el mundo digital, la información,
entre otros, apuntalan revoluciones impredecibles. El futuro no será una prolongación del pasado. En este contexto,
los autores proponen:
▪ Reemplazar las estrategias que procuran obtener una mayor cuota de
participación en el mercado por aquellas que tiendan a competir por una cuota
de oportunidad. Ante un futuro tan indefinido, donde no sabemos cómo va a
evolucionar la tecnología en sus distintas variantes, hay que estar muy atento.
▪ Detectar en qué áreas se está en mejores condiciones de competir.
▪ Reunir y armonizar áreas de negocios aparentemente dispares, pero
que pueden abastecer un nuevo mercado. Hay cientos de ejemplos de alianzas
entre tecnologías con distinto origen.
Para competir por el
futuro, según Gary Hamel y C.K. Prahalad, se necesita imaginación y
creatividad. Esta es su atrayente invitación.
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